Pacto de los amantes líricos
Permíteme,
oh, Dulcinea,
que proyecte en timis más altos ideales
-que tú nunca desengañarás-;
Y al tiempo yo seré el espejo
de tus fantasías más sublimes.
Permitámonos,
mi furtiva amada,
adorarnos en cada verso,
y regalarnos las más bellas palabras,
que ningún amante escuchó,
sin otra intención que alimentar
la efímera ilusión
de ser amado y de amar.
Déjame,
señora de mis pensamientos,
iluminar tu vida con mi verbo,
y mi sombra será luz
con cada suspiro y coma
venido de tu cuerpo.
Todo eso,
pristina Venus,
será solo un sueño.
Un acuerdo secreto.
Un refugio inviolable.
Sin derecho a explicaciones;
ni ofrecidas, ni reclamadas.
Sin posesión.
Sin reflejo en la vida terrenal.
Un pacto de amantes líricos
e imaginarios encuentros.
Un pacto de libertad para dejarse amar por el otro,
a través de los siglos.
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