La Abadía de Silberius

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Escrito el viernes, 16 de noviembre de 2012 a las 16:13 h. por Silberius de Ura siendo Abad



Hoy acerté a medir el valor de las cosas

Ayer, un amigo de este pobre monje que soy, me preguntó si podría visitarme esta mañana. Yo dije que sí, y que estaría encantado, y él me confirmó que intentaría venir, siempre que no me quitase de mi trabajo y mis cosas.

Sin dudarlo un momento, le respondí que ¿qué era eso de que no me quitase del trabajo y de mis cosas?. Le respondí que lo mejor sería que el trabajo no me quitase de "mis cosas", y que estar con él esta mañana era parte de "mis cosas". El amigo entendería bien, qué son esas "cosas".

No podía imaginar este pobre monje, el alcance de esas palabras. Durante tres horas, hemos recorrido caminando pausadamente, algunos parajes que rodean esta Abadía. Nos hemos detenido a charlar en el soportal de la ermita mozárabe, y hemos llegado hasta la otra ermita, la que se yergue frente al rupestre acueducto romano.

Pero lo mejor no han sido los lugares visitados, aunque nos hayan llenado de energía. Lo mejor ha sido la conversación. Este pobre monje hablaba de las reglas del hombre monje, con la ilusión de un niño que enseña el regalo que le acaban de dar, y mi amigo, ilustrado en la filosofía, y con una experiencia vital que le hace más monje que yo, alimentaba mi espíritu diciendo que aquello ya lo había dicho antes tal y cual sabio docto. Y esto no acrecentaba ningún ego de este monje, sino que confirmaba que hay que buscar en la antigüedad, las cosas que ya se hicieron o se pensaron bien, para traerlas al presente. Me sentí agradecido.

He quedado prendado del conocimiento de mi amigo (que hasta no ahora no había descubierto con esta profundidad y sinceridad), y de su facilidad para poner en palabras sencillas, cuestiones intangibles. No recuerdo haber invertido mejor una mañana. Y ahora me queda el gozo de haber entendido, espontáneamente y desde lo inconsciente de mi, que compartir esta mañana con este amigo, era increíblemente más enriquecedor que atender las labores terrenales y económicas que este pobre Abad debe realizar, y que esas labores bien se pueden hacer ahora, o mañana, y que hacerlas colmado de felicidad por el encuentro disfrutado, las hace más llevaderas.

Sin ser consciente de ello, acerté a medir que el encuentro de hoy tenía más valor que el que genera el trabajo.

Eso sí, ahora a trabajar.

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